
Lo único que los seres humanos podemos hacer es prevenir, ya que desde el momento de ser infectados, tenemos nuestros días contados, ya que esta enfermedad no tiene cura. A pesar de los miles de estudios que han sido realizados desde que la enfermedad se descubrió y que han continuado, el SIDA no tiene cura.
Las vacunas desarrolladas han sido probadas en animales tales como el chimpancé y han funcionado correctamente: protegieron a estos animales del Sida e incluso hicieron aparecer armas antivirales en sangre.
La prueba en humanos es más complicada. Los científicos alegan que la prueba en humanos no generó buenos resultados. A diferencia de los animales, en el caso de los hombres las vacunas facilitaron la entrada del microbio al organismo. Esto, sin lugar a dudas, complica mucho más la investigación. De ahí el tiempo prudencial para el desarrollo definitivo de una vacuna.
Se han probado estas vacunas a una población de casi 8.000 personas. ¿Por qué fueron estas personas electas? Básicamente por estar, naturalmente, muy expuestas al virus: fueron electos aquellos que utilizan heroína habitualmente, porque generalmente se intercambian las jeringas aumentando el riesgo de adquirir el virus. Esto se entiende a partir del siguiente argumento: ¿Cómo comprobar la eficacia de una vacuna si el voluntario nunca está en contacto con el virus?
Los tratamientos actuales no parecen generar una cura para esta cuestión. Sin embargo, actualmente sí se la puede tratar: muchos de los procesos que generan el Sida y que comprometen la vida de los pacientes tienen tratamiento eficaz. La administración de fármacos anti-retrovirales ha logrado alargar la vida de los pacientes. Hoy, entonces, es una enfermedad que tiene tratamiento.
La realidad sobre el sida en la actualidad es muy diferente dependiendo las regiones del planeta. Mientras en muchos países pobres el acceso al tratamiento es muy difícil por sus elevados costos, en otros con acceso a la terapia antirretroviral la enfermedad parece estar controlada.
El tratamiento antirretroviral ha hecho perder el miedo

En sus primeros momentos la enfermedad, que afectaba en su mayoría al colectivo gay, era identificada como “la plaga gay”. Pero pronto la enfermedad se trasladó a otros grupos como los drogadictos y trabajadores sexuales alcanzando después a la población en general.
En esos años los nuevos medicamentos fracasaban después de una temporada con severos efectos secundarios. Pero en 1996 apareció el milagro con la terapia antirretroviral altamente activa, que tuvo como efecto inmediato un retroceso de los síntomas y la caída de la mortalidad. A partir de este "milagro" la enfermedad paso a ser crónica.
Esto ha generado una nueva sensación de fe en la gente en el nuevo tratamiento, provocando que muchas personas bajen la guardia en la prevención.
La terapia antirretroviral no mata pero implica un gran cambio en la vida
Desde la aparición del tratamiento parece ser que la enfermedad solo consiste en tomar pastillas el resto de su vida. Lo primero que se le dice a una persona positiva portadora del VIH es que tendrá que tomar la
Medicación y con ello llevar una vida plena y saludable.
Pero aunque no mate, en un futuro próximo la persona dependerá de una medicación el resto de su vida con sus efectos secundarios. Además lamentablemente para muchas personas la terapia antirretroviral falla, sin obtener resultados positivos al tratamiento. El tratamiento es caro y complicado y desgasta al enfermo.
A pesar de los logros alcanzados con el tratamiento antirretroviral lo cierto es que el ser seropositivo indica un antes y después en la vida de una persona.
Si no surge a futuro una vacuna que pueda erradicar la enfermedad es probable depender de la medicación toda la vida porque el virus no desaparece, y si el tratamiento se abandona el VIH ataca con más fuerza.
Como toda medicación el tratamiento contra el virus del sida tiene sus efectos secundarios a corto y largo plazo. El VIH afecta diferente a cada persona siendo muy grande la lista de efectos secundarios como cefalea, astenia (cansancio), nauseas, diarrea, insomnio, anemia, elevación del colesterol, pancreatitis y fallo del hígado y a la larga muchos de estos efectos pueden traer desgaste al enfermo y serias consecuencias.

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